jueves, febrero 28, 2008

DE MORONGA ME COMO UN PLATO


Alguna vez mi madre me dijo que, para ahorrarme dolores de cabeza, lo mejor era oír a quien más sabe. El problema de tener la cabeza más dura que un bloque de cemento es que los buenos consejos rara vez entran en ella. Si le hubiera hecho caso a mi madre, habría seguido el consejo de Andrés Pons, quien, como se recordará, es un auténtico conocedor del cine de horror, y me habría abstenido de descargar una película de la serie August Underground. Hace un par de horas terminé de ver la segunda de dicha serie, Mordum, y tan arrepentido estoy de haberla visto que tuve la urgencia de escribir esta entrada para salvar cuantas almas me sea posible del infierno. Y es que esa película, a la que gustan de colgarle la fama de ser "la película más perturbadora del cine de horror", estuvo a punto de hacerme morir... de aburrimiento. Claro, lo mismo me sucedió cuando vi Necromantik 2, pero al menos ésta tuvo dos grandes escenas que no me hicieron sentir que hubiera perdido mi tiempo. En cambio, con Mordum no hubo una sola escena que me convenciera de que no era mejor hacer algo más en esa hora y media.

Hace muchos años, mi madre y mi tío abuelo vieron por TV una película malísima, y cuando les preguntamos por qué la siguieron viendo, respondieron que lo hicieron con la esperanza de que se compusiera en algún momento, pero nunca lo hizo. Lo mismo me pasó con Mordum. Aguanté hasta el final de la película con la misma esperanza que tuvieron mi madre y mi tío abuelo, pero, para mi desgracia, yo no tengo tan buen humor como ellos. Eso sí, mentiría si dijera que la película me pasó en blanco, porque sí hubo dos escenas en las que hice un gesto de desagrado, pero, honestamente, para una película que está catalogada como "lo más extremo del cine gore", un simple gesto de desagrado no es una calificación aprobatoria. Cuando vi la penúltima escena de Necromantik 2, me levanté, literalmente, de mi asiento, porque era una escena tan impactante que no podía creerla. Cuando vi la escena clave de Audition, los ojos se me abrieron desmesuradamente y sentí ansiedad. Cuando vi la escena de la tortuga de Holocausto caníbal, adelanté la película. Bueno, creo que con esto ejemplifico que una simple mueca de desagrado deja muy mal parada a Mordum.

Dejemos de lado la pobreza cinematográfica de Mordum, pues es obvio que ésta fue intencional, y pensémosla a partir de lo que pretende ser: "cine gore". Hasta donde lo entiendo, el cine gore bien hecho debe hacerme reír o hacerme vomitar con sus excesos de sangre y vísceras. Bueno, en ningún momento sentí ganas de reírme, ni siquiera por el hecho de que hayan usado sólo tres palabras en los diálogos --fuck, fuck... y ¿cuál era la otra? Ah, sí: fuck--. (Me pregunto: ¿realmente debenos creer que los estadounidenses y canadienses serán tan imbéciles que ni siquiera se saben otra palabra altisonante?) Además, ¿no está demasiado estereotipado que los asesinos psicópatas se rían como idiotas todo el tiempo? Vamos, ni siquiera en Masacre en Texas fue creíble, y eso que, en comparación con Mordum, aquella parece hecha por Hitchcock. Y con respecto al vómito, acepto que sí hubo un momento en que estuve a punto de una arcada, pero, bueno, después de ver a un personaje vomitar por más de siete minutos seguidos, fue por un mero arco reflejo (sin embargo, me pregunto de dónde me vino el arco reflejo de bostezar, porque ninguno de los actores lo hizo en la película). Y lo sé porque lo mismo me pasó con Pinocho 681 (espero haber escrito bien el número, porque no me pienso tomar la molestia de investigar el título de esa película mediocre, que no por ser japonesa se va a salvar de ser más mala que el último disco de Metallica).

Eso sí, tal y como cabría esperar, Mordum está considerada una película de culto. No me sorprende, porque la vieja frase de "en gustos se rompen géneros" nunca dejará de ser cierta. Y sí me puedo imaginar a grupos de fans haciendo abarrotadas proyecciones clandestinas de esta película, del mismo modo en que lo hacen con El show de terror de Rocky, porque yo iría a una de ellas sólo para gritarle a la asesina: Si vas a cortarte el brazo, ¡córtatelo, pendeja! O cuando uno de los asesinos le da una patada en la entrepierna al otro, gritar: ¡Ése tipo tiene huevos de hule; lo patean y no le duele! ¿No es una lástima que sólo ahora, dos horas y media después, le haya encontrado lo humoroso a esta película, y eso porque me estoy obligando a buscárselo? Como bien dice un amigo mío: si tienes que repensar una película gore, entonces no es una buena película gore. ¿Otro argumento? Una buena película gore me debe dejar temiendo que mi vecino pueda ser como el personaje en la pantalla; bueno, a mi vecino le sigo viendo cara de Jason Voorhees, pero no tengo miedo de que alguno de los chavos de Mordum esté detrás de mí mientras escribo esto. Cuando una película con estas características te deja tan frío que te da la impresión de que te has vuelto demasiado cínico, créanme, el problema no está en tu cabeza; el problema es que la película sí fue demasiado mala.